



Nos presenta las desventuras de un hombrecillo que, literalmente, vive en un gato. La observación del mundo en ojos de otro ser vivo, el conflicto de identidad y dependencia. Vemos, bajo esos parámetros, su lucha por encontrar un nuevo hogar y, a la vez, cómo experimenta el amor gracias a eventualidades.
Técnicamente hablando, el corto goza de una paleta de colores visualmente atrayente y un estilo de dibujo atrayente. Los ojos hiper geometricos de los personajes son un señuelo constante.
El vuelco de trama es resultado del error, y ese es quizás el rasgo más atrayente de este proyecto: el dinamismo y expectativa generada, que funciona como pocas veces estamos acostumbrados. El personaje experimenta una evolución gradual muy coherente. Somos espectadores del escape de la burbuja en la que estaba (auto-exiliado al parecer), una posterior toma de riesgos e impulsos en el mundo “real” en base a, quizás, el recién encontrado rastro de amor.
Los personajes se comportan en base a instintos, es quizás una crítica sutil al exceso de planificación o uso de razón. Porque en un ámbito más objetivo no hay trama sin que los impulsos de los sujetos se manifiesten, esa es la naturaleza del conflicto de manera bien cotidiana. Los reflejos delimitan las fronteras de los éxitos y fracasos, como extremos opuestos.